lunes, 18 de agosto de 2008

papá

La tentación de hacer chistes o trivializar la situación está ahí. Especialmente porque nosotras, las tres mujeres de la familia, generalmente, vamos de súper-girl por la vida. No importa cuanto le moleste a mi madre reconocerlo, nosotras somos fuertes, no nos doblamos llorando como plañideras italianas, tenemos una cierta elegancia en el sufrir. Porque somos así, sin ánimo de ofensa.

Eso no quiere decir, ni mucho menos, que no suframos, que no nos duela, que no sintamos, que no muramos por dentro.

Me cuesta mucho no empezar el post diciendo “envidioso por mi presunto cáncer de hace dos meses, mi padre tuvo un “accidente” cerebro vascular que lo dejo unos días en la UVI del hospital, pero que no dañó ninguna parte conocida de su cerebro”. Porque se que lo vas a leer en un par de días, cuando ya estés en casa, la tentación de hacer chistes cómplices es grande. Pero el chiste es que no es un chiste.

Que por segunda vez la válvula de seguridad de la tensión sanguínea de papá saltó, y por segunda vez, casi más cercano al milagro que a otra cosa, esto queda en un susto, en una soberana advertencia, en un masivo letrero de neón que a todas luces grita que papá debería alimentar su cuerpo de la misma manera que se dedica sistemáticamente a alimentar su mente. Que mi padre necesita mover el culo de la silla, no solo mover las neuronas. Que mi padre tiene que plantearse seriamente hacer ejercicio, moverse, caminar o flotar de un lado al otro de la piscina sin pretensiones de Felps. Y que papá tiene suerte y muy poca gente tiene tanta.

Vivir lejos, con los años, pesa más que al principio.

Cuando un domingo de sol con el cielo más azul que puede haberse visto suena el teléfono y del otro lado la voz de mamá está demasiado serena, a uno se le hiela la sangre, y se pregunta que carajo hace en el otro lado del mundo.

Pero es lo que hay.

Ya harás el chiste vos diciendo que “justo le pegó a un agujero negro”, o que “no debe haber nada por eso nada se dañó”. Ya lo se...

Pero no quiero terceras vencidas. Por eso, te vas a cuidar, te vas a cuidar y te vas a cuidar. Y mover. Y cuidar. Y te quiero.

1 comentario:

Valeria dijo...

No se muy bien que escribirte, si lo escribiste todo. Espero que tu papá esté bien, que te haga caso en eso de moverse...
Son esos días en los que estar lejos pesa demasiado.
Besos (muchos)