tenía yo una fantasía recurrente, a veces en forma de delirio, a veces en forma de sueño. Encontrar un arcón con un tesoro. No bolsas de dinero. Ni bonex, ni lingotes. Tesoros. Una especie de arqueóloga free lance, sin dueño ni bandera, arramplando con los tesoros planetarios.
los documentales del sábado por la tarde, de equipos arqueológicos a la busca y captura del coloso de rodas o la biblioteca de alejandría se me quedaron grabados a fuego en el cerebro y cuando tuve la oportunidad (dicha) de poder nadar por esos mares, miraba yo con ojo rayo x a ver si encontraba alguna forma similar a algo. Me conformaba con el pico de una vasija. Nunca encontré nada, a excepción de preciosos pulpos que no hacían más que abrirme el apetito.
ahora, a millones de años luz de la "civilización", tengo el sucedáneo de arca del tesoro los sábados por la mañana. Vienen anunciados en el periódico de forma críptica, y uno tiene que llegar temprano, porque los buscadores son muchos, y los tesoros pocos.
El sábado por la mañana Doug llegó temprano a un garage sale que vendía marcos a $2. Los levantó todos, sin detenerse a mirar el estado o el contenido.
Entre los marcos, la perla. El tesoro. El que se queda con nosotros.
ERA ROJO, de tan feo era orrible sin hache. un espanto.
Preferiría la cabecita del coloso, pero cuando no se puede, no se puede. A falta de pan, buenas son las litografías. Y además, la cabeza del coloso no me queda bien con la decoración.
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