
Cuando me descubrí cuerpo a tierra, espiando por entre las patas de una silla que hacía Anna en la terraza, me dio un flash. Y no fue la acción lo que me dejó paralizada, fue mas bien el sentimiento de pequeño e intimo ridículo.
Ya no soy cría. Hace mucho que no soy una cría, pero estando ahí, cuerpo a tierra, escondida me sentí tan... ¿idiota?
Supongo que estas sorpresas que tengo tan a menudo, de sentirme o verme en situaciones pateticodivertidas pasan porque NUNCA jamás pensé que me sentiría como me siento a los cuarenta. ¿Qué pensaba? No sé, que sería adulta, madura... ¿qué es ser adulto? O maduro?. Sinónimo de aburrido? O serio?.... Quizás lo que yo creía era que “ELLAS”, las madres, eran adultas y maduras, fuentes de todo el conocimiento, virtud infinita, y yo nunca pensé verme en ese rol.
Me di cuenta, espiando a mi hija de tres años, que no debo estar sola en el mundo, y muchas al mismo tiempo que yo y antes, deben haber hecho cosas por el estilo.
Uno cree que la gente se siente distinta porque los años van pasando, pero yo estoy empezando a sospechar que uno es uno siempre, no importa el envase ni la fecha de caducidad. Lo que significa que mi abuela tenia razón cuando decía que era el espejo el que no reflejaba la verdad.
Anna en la terraza se portó bien. Anduvo en bici, jugo con un pizarrón a que era un piano y tocaba música imaginaria, y por supuesto, me descubrió, mirando adentro, justo entre el suelo y el asiento de la silla, ahí, cuerpo a tierra, y habrá pensado ¿qué estará haciendo mi madre?.
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario